Quien fue la pasionaria

Quien fue la pasionaria

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Centrándose en el exilio soviético de la comunista y oradora española Dolores Ibárruri (La Pasionaria), Lisa A. Kirschenbaum pone en diálogo dos temas a menudo tratados de forma aislada: Las subjetividades soviéticas y las autocomprensiones de los comunistas internacionales. Durante la guerra civil española, los medios de comunicación soviéticos popularizaron la interpretación de Ibárruri de una feroz maternidad comunista. El artículo rastrea los esfuerzos de Ibárruri en el exilio por mantener y adaptar esta identidad pública mediante el análisis de fuentes en dos registros distintos, que difuminan los límites entre el yo público y el privado: La correspondencia «oficial» de Ibárruri y sus intervenciones en las reuniones del partido. Leyendo estas fuentes como lugares de autofiguración, Kirschenbaum argumenta que Ibárruri estaba a la vez empoderada y limitada por su autopresentación como madre de los exiliados españoles. El caso de Ibárruri internacionaliza la comprensión de la cultura estalinista y sugiere la posibilidad de una historia del comunismo internacional estructurada en torno a las vidas interconectadas y diversas de los comunistas individuales.

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Para sus admiradores, Dolores Ibárruri era una inspiradora heroína de la Guerra Civil y una figura universal de madre tierra. Para sus enemigos franquistas, era la terrorífica virago cuya retórica sanguinaria había emasculado a los diputados de la derecha en el parlamento controlado por el Frente Popular. El miedo que provocaba se reflejaba en frecuentes insultos que la tachaban de varonil y de «puta». Su delito esencial era animar a las mujeres a abandonar el sereno servilismo que se consideraba su actitud adecuada.
Estas opiniones revelan más sobre los temores sexuales y sociales de los hombres de derechas que sobre Ibárruri. Sin embargo, la vehemencia de esos insultos es un indicio de su importancia histórica. Hasta hoy, su papel en la elevación de la moral de los defensores de Madrid frente a la ofensiva franquista, sus muy citadas palabras a las mujeres de la asediada capital y su inmortal discurso de despedida a las Brigadas Internacionales, han conservado su capacidad de conmover a los simpatizantes de la causa republicana.
Sin embargo, las imágenes familiares de La Pasionaria -la apasionada tragafuegos retratada tanto por la leyenda comunista como por la demonología anticomunista- sólo ofrecen una imagen parcial. En la arena política y en su vida privada, las características esenciales de Ibárruri fueron la fuerza, el realismo y la feroz determinación de corregir las injusticias. Durante los duros años de exilio en la URSS, surgió un leal estalinista que difería considerablemente de los estereotipos de la Guerra Civil.

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La Pasionaria, como era conocida Ibárruri, se involucró en la política local de su región natal, el País Vasco, y en 1930 fue elegida miembro del Comité Central del Partido Comunista Español. Como directora del periódico de izquierdas Mundo Obrero, hizo campaña por los derechos de la mujer. Fue una de las primeras antifascistas y en 1934 cofundó el Comité Mundial de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo; tras ser elegida diputada en 1936, presionó a favor de la reforma agraria y la mejora de las condiciones de trabajo y vivienda. Durante la Guerra Civil española (1936-39), las conmovedoras oraciones de Ibárruri galvanizaron a las fuerzas antifascistas y atrajeron a las mujeres a la causa; acuñó el grito de guerra republicano, «¡No pasarán!». («¡No pasarán!»). Obligada a huir de España después de la guerra, se instaló en la Unión Soviética, llegando a ser secretaria general del Partido Comunista en 1944. Su autobiografía, No pasarán, se publicó en 1965. Tras la muerte de Franco, Ibárruri regresó a España y fue elegida de nuevo para las Cortes.

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