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El gran miedo revolucion francesa
Por qué se produjo el gran temor
Los periodistas, panfletistas e impresores parisinos habían manifestado un fuerte apoyo a la pretensión de que el Tercer Estado, que representaba a los plebeyos de Francia, hablara en nombre de la nación. Con la destitución de Necker, el rey envió el mensaje de que no toleraría más la negativa del Tercer Estado, que ahora se llama Asamblea Nacional, a ignorar sus directivas y actuar por su cuenta. Aquella mañana se habían colocado carteles por toda la ciudad en los que se afirmaba que las tropas reunidas fuera de sus límites estaban allí sólo para protegerse de los delincuentes. Los parisinos temían lo contrario. Durante la noche del 12, las barreras aduaneras de los límites de la ciudad fueron atacadas e incendiadas y un monasterio saqueado. En la mañana del día 13 cunde el pánico. El miedo se apoderó tanto de la multitud como de los electores, convencidos de que serían masacrados por las tropas reales como castigo por su apoyo al Tercer Estado. La búsqueda desesperada de armas para defender la ciudad llevó a la toma de una prisión estatal y antigua fortaleza, la Bastilla, en el límite oriental de París. No fue hasta el día 17, cuando Luis XVI hizo un humilde viaje a París y anunció desde el balcón del ayuntamiento que reconocía a la Asamblea Nacional como órgano legítimo de deliberación, que el pánico se calmó. El miedo dio paso a la alegría y al alivio.
Cuándo comenzó el gran temor
El malestar rural estaba presente en Francia desde el agravamiento de la escasez de grano de la primavera, y los suministros de grano eran ahora vigilados por las milicias locales mientras bandas de vagabundos recorrían el campo. Entre el campesinado corrió el rumor de que los nobles habían contratado a estos vagabundos para que asaltaran los pueblos y protegieran la nueva cosecha de los campesinos.
En respuesta, los temerosos campesinos se armaron en defensa propia contra los imaginarios merodeadores, asaltando la cárcel de la Bastilla y atacando las casas señoriales. Las propiedades de la aristocracia son saqueadas y se destruye la documentación que registra las obligaciones feudales. Hubo incidentes aislados de violencia contra los aristócratas, pero los campesinos querían sobre todo destruir los registros en los que se inscribían las cuotas feudales. Los suministros de grano fueron atacados y los comerciantes sufrieron graves pérdidas, ya que los campesinos se sirvieron de las provisiones que tanto necesitaban. La revuelta se extendió por todo el país, pero se fue extinguiendo gradualmente a medida que las milicias imponían la ley y el orden.
Conspiración aristocrática
El «terror blanco» siempre ha sido el hermano gemelo del «terror revolucionario» o «rojo». La historia moderna, desde la Revolución Francesa, ha sido testigo de un efervescente desfile de rebeliones, insurrecciones, insurrecciones y golpes de estado propiamente dichos, pero casi siempre han venido en pareja, como, por ejemplo, con el terror revolucionario (contra los regímenes feudales y autoritarios en funciones) y el terror blanco, la violencia contrarrevolucionaria, dirigida contra los supuestos activistas y disidentes revolucionarios (o socialistas, después de 1917). Aplicar esta dicotomía del terror a la actual ola de insurrección (en Estados Unidos y en otros lugares) nos ayuda a situar su dinámica en un contexto histórico más amplio.
Dado que el «miedo rojo» se ha arraigado en la memoria colectiva y nacional estadounidense, es fácil olvidar que para los europeos, el «terror blanco» como política de venganza siempre fue el compañero natural de los sucesos de las «revoluciones rojas». Lo que conecta las dos caras del terror es históricamente evidente también desde la perspectiva de la historia europea: «la Grande Peur», el gran miedo, y la dinámica acompañante de la autosugestión, o la adopción casi inconsciente de una idea derivada de la propia conciencia. En su famoso y todavía muy relevante relato de la Revolución Francesa, La grande peur de 1789 (1932), el historiador francés Georges Lefebvre introdujo la noción de pánico general, el «gran miedo» que instó a los campesinos y a las comunidades locales de todo el país a lanzarse al asalto del sistema feudal en 1789.
Cronología de la revolución francesa
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El Gran Miedo (en francés: Grande Peur) fue un pánico general que tuvo lugar entre el 22 de julio y el 6 de agosto de 1789, al inicio de la Revolución Francesa. El malestar rural estaba presente en Francia desde el agravamiento de la escasez de grano de la primavera y, alimentado por los rumores de un «complot de hambruna» de los aristócratas para matar de hambre o quemar a la población, tanto los campesinos como los habitantes de las ciudades se movilizaron en muchas regiones[1].
En respuesta a estos rumores, los temerosos campesinos se armaron en defensa propia y, en algunas zonas, atacaron las casas señoriales. El contenido de los rumores difería de una región a otra: en algunas zonas se creía que una fuerza extranjera estaba quemando las cosechas en los campos, mientras que en otras se creía que los ladrones estaban quemando edificios. El miedo a la revuelta campesina fue un factor que contribuyó a la abolición del señorialismo en Francia mediante los Decretos de Agosto.